CONRADO MARRERO CUMPLE CIEN AÑOS

Conrado Marrero arribará a sus cien años, el próximo 25 de abril.Dicen que goza todavía de una memoria prodigiosa, que ya no puede ver la pelota por televisión porque le escasea la vista, pero que pe­ga la oreja al radio para seguir las trans­misiones de béisbol y los espacios deportivos, con su inseparable tabaco.

Así llegará este lunes 25 de abril a sus 100 años Con­rado Eugenio Marrero Ramos, esta leyenda viva de la pelota mundial que, tras el deceso el 8 de febrero último de Anthony Frances Mali­nowski, es el jugador con participación en Grandes Ligas más longevo del planeta.

Nació en la finca El Laberinto, enclavada no lejos de Sagua la Grande. De ahí que fuera apodado el Gua­jiro de Laberinto. Nunca olvidó su origen campesino, incluso en plena gloria le regalaron una vaca Holstein, la que envió a su terruño. Ya en el otoño de su carrera (1956) es cuando decide mudarse para La Habana.

Se inició como pelotero en la antesala y el campo corto. Un buen día al lanzador de su equipo «le entraron a palos» y él fue quien relevó. A partir de ahí empezó su trayectoria como serpentinero.

De Marrero dijo Ted Williams —uno de los mejores bateadores de todos los tiempos—: «Marrero es la excepción de la regla. No es muy frecuente para un pitcher saltar de una liga de clasificación inferior como la Liga Internacional de la Florida a las Mayores y triunfar de sopetón. Y no es frecuente tampoco esperar mucho de un lanzador que tenga solo cinco pies, siete pulgadas de estatura y pesar nada más que 158 libras. La tendencia es ignorar los lanzadores que no sean corpulentos y que no puedan tirar muy duro. Marrero desafía todas las reglas.»

A lo dicho por el Gran Teodoro, yo le añadiría que el Guajiro de Laberinto también desafió las reglas al reírse de la edad, pues llegó tarde a los diferentes niveles del deporte de las bolas y los strikes. Tenía 27 años cuando ingresó en la pelota amateur organizada con el Cien­fue­gos, club para el cual ganó 127 juegos y perdió 39, entre 1938 y 1945.

Por Osvaldo Rojas Garay, periódico Vanguardia

Con esa franela propinó tres juegos de cero hit cero carrera y con el equipo Cuba intervino en cinco Series Mundiales, en las que ganó 11 encuentros y perdió 5. Fue el primer lanzador cubano en derrotar a Estados Unidos en certámenes del orbe, esto ocurrió el 13 de agosto de 1939, en un partido que finalizó 13 a 3. Hasta la década de los 70, en que fue sobrepasado por Braudilio Vinent, era el tirador criollo más triunfador en justas del orbe.

A los 35 años llegó a la pelota profesional, en la que compiló 60 y 39 entre 1946 y 1957. Luego de tres temporadas con los Havana Cubans de la Liga Internacional de La Florida (70-25), en que lanzó otro partido de cero hit cero carrera, se produjo su arribo a las Grandes Ligas a los 39 años, una edad en que muchos deciden colgar los spikes y ahí se mantuvo hasta los 45. Vistió el uniforme de un equipo sotanero como los Senadores de Washington de la Liga Americana, y aun así archivó balance de 39 victorias y 40 derrotas.

A punto estuvo de anotarse un juego sin hit ni carrera frente a los Atléticos de Filadelfia, el 26 de abril de 1951, pero Barney McCosky con un jonrón se lo impidió.
¿Y por qué Marrero logró romper esquemas con su biotipo? Veamos algunas ideas del otrora estelar lanzador en una entrevista que le hicieron en la revista Bohemia, en 1986, cuando arribó a los 75 años.
«La noche antes de la actuación y durante el desafío que pitcheaba toda mi concentración estaba dirigida a los bateadores rivales y no había alguien capaz de distraerme. Sin movimientos certeros y sin control no hay pitchers. Control no es tirar strike, sino poner la pelota donde uno quiere y en el lugar que más daño le causa al bateador. […] El estudio del bateador, sus defectos y virtudes, su carácter, su sicología, la forma de pararse en home tienen que ser conocidos al dedillo por el pitcher. […] Mentalmente yo podía retratar a cada bateador e imaginármelo. Eso es una tremenda ventaja.»

¡AQUELLOS DUELOS CON CANÓNICO!

Resulta casi imposible hablar de Marrero y no referirse a sus enfrentamientos con el venezolano Daniel Chino Canónico. En la última jornada de la IV Serie Mundial, celebrada en nuestro país, en 1941, Canónico les  rompió el invicto a los criollos, para provocar un empate en el puesto de honor, con 7 y 1, y así obligar a la realización de un juego extra.

Los venezolanos amenazaron con irse para su país y dejar el campeonato igualado, alegando que no tenían otro lanzador de calidad para rivalizar con los cubanos. Entonces se acordó darles cuatro días de descanso para que Canónico pudiera pitchear.

Así las cosas, en el choque decisivo los visitantes le ligaron bien en el capítulo de apertura a Marrero, para anotar sus 3 carreras, mientras que los nuestros solo pudieron fabricarle 1 al Chino Canónico en el noveno inning.

Un año más tarde, Cuba recuperó el título y el Guajiro de Laberinto tomó desquite ante Canónico, en un desafío que culminó con pizarra de 8 a 0. Solo toleró 3 hits, mientras ponchaba a siete y regalaba un boleto.

«YO LO ENGAÑÉ TRES VECES»

Entre las tantas anécdotas que protagonizó Conrado Marrero a su paso por el béisbol, recuerdo una del comentarista estadounidense Al Silverman, que aparece reflejada en el libro Conrado Marrero El Premier, de Severo Nieto Fernández.

«El aplomo de Marrero, desde el box, es realmente notable: no hace mucho —escribió entonces Silverman— le preguntaron a Marrero el motivo de que Mickey Mantle le hubiera bateado un triple, tras haberlo silenciado en sus turnos anteriores al bate. Con absoluta indiferencia, respondió: “Yo lo engañé tres veces, no?, y él me engañó una. Le llevo, pues, ventaja”.»

Y miren si le lanzaba bien al extraordinario bateador de los Yankees de Nueva York, que Mantle apenas le disparó 4 hits en 17 turnos oficiales al bate.

TRABAJADOR INCANSABLE

Mientras que otros con muchos menos años que él se acogieron a la jubilación, Conrado Marrero siempre fue un trabajador incansable hasta pasadas las ocho décadas de vida. Y aunque sus condiciones físicas no le permiten meterse en un terreno de béisbol, todavía es capaz de ofrecer una clase magistral de pitcheo. Casi en todas las fotos de las entrevistas más recientes que le han hecho aparece con una pelota en la mano derecha y su inseparable tabaco.

Pudo haberse ido a vivir a los Estados Unidos. Sin embargo, después del triunfo de la Revolución se quedó aquí, en su adorado país. Trabajó como entrenador en La Habana del Este, Matanzas, Santiago de Cuba y Granma.

Gracias a Conrado Marrero, Braudilio Vinent perfeccionó su slider en la década de los 70. También Orlando Figueredo y otros importantes lanzadores orientales le deben mucho a él.

No por gusto en 1998 el secretariado general de la Central de Trabajadores de Cuba, Pedro Ross Leal, le otorgó la Orden Lázaro Peña de Primer Grado, distinción no con­ce­dida hasta ese entonces a ningún pelotero del país. En 2003 lo condecoraron con el título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba. Y en la encuesta popular realizada en 2001 fue seleccionado entre los 100 mejores deportistas cubanos del siglo xx.

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